¿Como estás?

¿Cómo estás? Esta es una de las preguntas más comunes con las que nos enfrentamos a lo largo de nuestra cotidianidad. Por supuesto que la respuesta que casi en automático respondemos es la más simple y trillada: ¡Bien!

 

El ritmo de vida que la mayoría de las personas tenemos, y en que nos hemos enfrascado casi sin querer, ya sea por las necesidades personales, familiares o profesionales, se ha convertido en una trampa para los sentidos y las emociones; pero más aún para la consciencia. Y es aquí en donde quiero comenzar:

 

La consciencia es la capacidad del ser humano para percibir la realidad y reconocerse en ella. También implica reconocer moralmente lo que está bien y lo que está mal, con base al conocimiento de sí mismo y de su capacidad para actuar sobre su entorno. Sin embargo, detectar moralmente lo que está bien o mal, aparte de enfrascarnos en un dilema filosófico muy grande, es algo sumamente subjetivo.

 

A partir de este punto, encontrar un balance entre lo tangible y lo filosófico, se convierte vital para evitar las subjetividades cada vez que nos preguntan:

¿Cómo estás? Y contestamos: –Bien!

 

Entonces así podemos comenzar por definir: ¿qué es bien? Si queremos contestarlo de manera tangible y científica eso solo se logra poniendo “cifras” a nuestro nivel de colesterol, azúcar en la sangre, índice de masa corporal, grasa visceral y demás niveles que componen nuestro organismo.

 

Sin embargo, una solución más sencilla es comenzar por respondernos 3 simples cuestionamientos:

  1. ¿Considero de manera física que me encuentro en mi mejor momento y forma?
  2. ¿Mi claridad mental me ayuda a lograr los objetivos que me propongo en todos los ámbitos de mi vida?
  3. ¿Las emociones con las que vivo día a día, son las que me generan el mejor estado de ánimo y felicidad?

 

Al encontrar estas respuestas podemos dar los primeros e importantes pasos hacia el camino correcto; al hacernos responsables y saber desde que punto partimos, podemos comprender que no se trata de forzarnos a adoptar regímenes alimenticios hechos en serie, pastillas, dietas o polvos milagrosos, sino que necesitamos algo más importante: “aprender a alimentarnos” de manera FÍSICA, MENTAL y EMOCIONAL.

 

Una buena salud nutricional va más allá de verte bien, es un factor fundamental para lograr una consciencia más profunda de lo que pensamos y lo que hacemos, lo que origina una vida con menos ansiedad y un equilibrio de las substancias químicas que segrega nuestro cuerpo las que repercuten directamente en el ámbito de la felicidad y la sensación de bienestar.

 

Al encontrar este balance físico químico en nuestro cuerpo, nuestras células y todo lo que conforma nuestra esencia, comenzará a darnos las respuestas correctas en nuestra mente y nuestras emociones.

 

Ahora sí, te invito a contestarte la siguiente pregunta:

¿Cómo estás el día de hoy?

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